martes, 15 de noviembre de 2011

Mata al católico

Nos esposaron y ordenaron que guardáramos silencio, fuimos llevados en camionetas hasta Yucatán. Al estar cerca de llegar a nuestro destino nos fue tapada la visibilidad con unos sacos que nos pusieron en la cabeza. Nos bajaron bruscamente y fuimos llevados a unos pequeños cuartos. Un oficial nos dijo que no nos pusiéramos muy cómodos, ya que en un tiempo más vendrían a darnos ordenes.

Mi familia y yo estábamos muy aterrorizados, sentíamos miedo, incluso llegamos a pensar que éramos afortunados al seguir vivos, puesto que a las demás personas católicas habían sido asesinadas al ser encontradas. Yo en lo personal me puse a pensar el motivo por el cual no nos hubiesen asesinado antes, “¿Que es lo que quieren de nosotros?” me pregunte. Después de un rato y ya casi entrada la noche, un oficial nos trajo comida: unos bolillos duros, agua y algunas sobras de pollo. También nos dijo que nos durmiéramos al terminar de comer puesto que el día de mañana no sería fácil.

Nos despertaron a las seis de la madrugada. Fuimos llevados junto con otras familias a un patio el cual quedaba en la parte de fuera. Estando en ese lugar nos explicaron que el motivo por el cual seguíamos vivos era por que el Gobierno nos escogió para formar parte del ejército anti-católico y apoyarlos en el exterminio masivo de católicos en el continente americano, si decidíamos lo contrario seriamos asesinados. Inmediatamente algunas personas se opusieron a esta propuesta y decidieron hacerles frente a los oficiales, motivo por el cual fueron asesinados a sangre fría. Sin tener elección ante lo que acabábamos de presenciar, decidimos unirnos a la causa. A mi madre y mi abuela en particular no les agrado mucho la idea puesto que desde su nacimiento les han inculcado la religión católica, con ella han crecido y abandonarla así como si nada era muy difícil. Más sin en cambio era el cambiar de religión o el morir.

Inmediatamente fuimos llevados a los campos de concentración todos los hombres y las mujeres fueron trasladadas al interior de los cuarteles para realizar labores de limpieza y ayudando en la elaboración de alimentos. En el campo de concentración nos entrenaron intensamente por periodo de un mes, al término del entrenamiento fuimos mandados al sur de América.

Como primer destino fuimos enviados a Rio de Janeiro; Brasil. En el mes de entrenamiento nos enseñaron a ser despiadados al momento de asesinar a las personas. Al llegar a tierra fuimos mandados en grupos de 50 personas. Las órdenes eran muy claras: asesinar a todo católico se nos atravesara.

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